Con dos, y por la iglesia

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Con dos, y por la iglesia

Casarse con dos… y por la Iglesia. Pero no una detrás de otra; las dos a la vez. O los dos a la vez, según los casos. ¿Te imaginas?

Cuando se habla del celibato -eso de que los curas no se casen- todo el mundo se hace eco de la infeliz vida de quien, por lo que sea, acabó desponsándose con una mujer y abandonado su camino sacerdotal. Nunca preguntan a quien vive feliz, entregado, quizá porque piensan que quien no se casa vive castrado, destruido, arruinado. ¡Imposible! gritarán en su interior, mientras otros, te lo aseguro, vivimos estupendamente.

A algunos nos parece -algunos muchos- que eso de hablar de ser cura y casado es como decir que sería estupendo casarse a la vez con dos mujeres. Imagino que así de clarito se entiende mejor, ¿verdad?

¿Qué es entonces lo que no se comprende? Que ser sacerdote, pastor, párroco, es amar tu trabajo con el único corazón que tienes. Eso significa dar la vida por tus fieles: pensar en ellos, desearles lo mejor, buscar siempre su bien. De algún modo, es desposarse con la parroquia que tienes al cargo y ser padre de muchos hijos. Lo vives así: sufres con ellos, te alegras con ellos. Su fecundidad es la tuya, y su egoísmo, también.

¿Casarse y ser párroco? Difícil es, en tal caso, no tener el corazón dividido. Muy difícil.

Bien saben de esto las iglesias católicas de oriente, que dejan casarse a los sacerdotes, pero no permiten que lleguen a ser obispos. ¿Por qué? Porque entienden que el obispo se “desposa” con iglesia a la que sirve. Así de simple. Así de real.

Leía en el País que “El aperturismo del papa Francisco hacia el celibato devuelve la esperanza a los curas casados”. Claro. Hay gente que ve en el Papa exactamente lo que les da la gana ver. Me alegro. Así los católicos (de verdad) ven en Francisco al Santo Padre, y los ideólogos que cambian a todos menos a sí mismos, al menos le miran con buenos ojos. Mejor que mejor.

Resulta que el Papa, volviendo de Tierra Santa, refiere la secular tradición de la iglesia, que no es tan rígida como algunos quieren ver. Hay partes de la iglesia católica, como la iglesia católica rumana, donde los sacerdotes pueden contraer matrimonio antes de ser ordenados sacerdotes, y una vez que se ha probado que su matrimonio.

Pero resulta que eso no reporta a la iglesia rumana un mayor número de vocaciones, y sí un cierto número de problemas. ¿Cómo trasladas de parroquia a un sacerdote, su mujer y sus tres hijos? ¿Cuánto le pagas, los 882 que cobra el cura diocesano de Madrid? ¿Cuanto de tiempo estás dispuesto a exigirle a ese Padre de la comunidad parroquial, y padre de sus hijos naturales?

Quien habla del fin del celibato -no casarse- como si fuera una causa justa puede hacerlo, al menos, por dos razones. Porque no le fue bien, y no fue lo suficientemente humilde como para reconocerlo. Y en tal caso mejor hacer la guerra que reconocer los hechos. O bien porque, preñado de ideología, ataca lo que es un bien para la iglesia y el mundo: que haya hombres que deseen amar con corazón indiviso a otros que, no siendo sus hijos de sangre, nacen por él a la vida del espíritu.

Es bonito ser sacerdote, en gran medida, porque es bellísimo ser célibe. Nunca lo entenderán, y por eso nunca nos cansaremos de decirlo. Es bonito. Muy bonito.

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Comentario (1)

  • Héctor Pinto Contestar

    Es verdad, sería una infidelidad con la Iglesia, con la Parroquia, con la gente a quien está entregando toda su vida. Ya está casado, comprometido con lo que es su vocación, y esto se vive plenamente, con felicidad. El celibato es una opción que sigue y seguirá siendo válida en la vida sacerdotal, religiosa. Es entregarse totalmente a Dios, comprometido con todo el corazón a las diversas causas nobles que se presentan en el camino. No se puede dividir el corazón.

    Hno. Héctor

    15 junio, 2014 at 2:55 am

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