Una madre para la Gavia
Volvió demudado. Haber sobrevivido a la contienda bélica nacional y haber conseguido sacar una de las más difíciles carreras universitarias antes de llegar al Seminario y ser sacerdote… era nada comparado con lo que acababa de ver. Aquella visita no sé si cambió su vida: él ya era mayor entonces, si bien lo que es seguro es que imprimió en su alma un sello imborrable.
Es la piedad de Miguel Ángel… pero el cadáver es un bebé, sentenció. Sabíamos que el niño estaba enfermo. Un año y medio de lucha contra el cáncer era el mejor testigo del drama personal y familiar. El sacerdote anciano lo vivía como uno más. Les visitaba diariamente. El niño falleció a los tres añitos, y su madre lo sostenía en brazos, desconsolada. Después de tanto, ni la medicina y ni las oraciones pudieron hacer nada. ¿O sí?
Pocas semanas antes, toda la familia se había citado en casa porque les visitaba la Virgen de Fátima. Eran una de las más de 100 familias que recibirían a la Virgen en la llamada Misión Mariana. Oraron sinceramente por la curación de su hijo. Un rosario entero pero, sobre todo, la madre y el padre hicieron un compromiso íntimo, oculto: aceptar lo que viniera, fuera lo que fuese.
La mirada de la Virgen, llena de esperanza y a veces también de tristeza, como cuando contemplaba a su hijo en la Cruz, fue empeño y fortaleza para los amigos y familiares del infante enfermo. La Virgen fue, como siempre, madre; también para ellos, también para el pequeño. Ella también supo lo que es ver a un hijo morir de la forma más dramática.
Con María se puede afrontar hasta lo más difícil de la existencia humana… y no sólo eso: también lo más bello y luminoso. Otras familias la recibieron para compartir grandes alegrías. Muchas ofrecieron a sus recién nacidos a la Virgen en la visita domiciliaria; e incluso unos de Zafra donó a Cáritas embutido equivalente al peso del recién nacido (ojo, 3 kilos y 200 gramos de ibéricos son un gran regalo).
El sacerdote anciano refería que la Misión Mariana fue una de las semanas más felices de su vida. Yo quiero hacerte a ti partícipe de esa seguridad, pensando que el domingo 15 a las 12.30 estarás aquí para ver a la Virgen, y no podrás resistirte a su mirada…
¿No tienes nada que ofrecer, pedir o dar gracias? ¿No te quieres animar a llevar a la Virgen a tu casa, que lo vean los vecinos, que sea la reina de tu hogar? ¿Vergüenza o pereza? ¡Ninguna de las dos!
Estáis a tiempo. Hasta el Viernes 13 (e incluso después!!!) podéis rellenar la ficha para recibir a la Virgen en vuestra casa. Todos los días oraremos por los que no tienen empleo, y un día habrá procesión. Ahí lo tienes: toma lo que quieras, lo qu te sirva… pero siempre, ¡María!
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